Las delicias gastronómicas de Bogotá se ven reflejadas en la exitosa historia de Chopinar, una franquicia de chorizos y pinchos que ha conquistado los paladares de los bogotanos. Lo que hoy es una próspera cadena de restaurantes comenzó como una pequeña empresa fundada por Conrado Pérez Gómez en 1988, quien inicialmente se dedicaba a la venta de arepas con queso en carritos ubicados en los antejardines de los establecimientos comerciales.
La evolución de Chopinar se produjo gracias a la visión emprendedora de Pérez, quien, después de cuatro años vendiendo exclusivamente arepas de queso, decidió diversificar su oferta. Según la investigación de la ingeniera Diana Carolina Pérez Jordán, la inclusión de chorizos y pinchos fue clave para la expansión del negocio.
Con una inversión inicial de aproximadamente 1 millón de pesos, Chopinar abrió su primer local en la calle 53 con carrera 16. El éxito fue innegable, y en poco tiempo, se inauguró un segundo establecimiento en la calle 60 con carrera 17. A medida que la popularidad de la franquicia creció, se abrieron más puntos, alcanzando actualmente un total de 13 locales en diferentes partes de la capital colombiana.
La franquicia, que tuvo que superar obstáculos como los bolardos impuestos por el entonces alcalde Enrique Peñalosa, ha logrado mantenerse como un referente en la escena gastronómica de Bogotá. A pesar de los desafíos, Chopinar se adaptó, diseñando locales con parqueadero propio o con la opción de parqueadero público para preservar su modelo de negocio.
En la actualidad, Data Crédito informa que Inversiones Chopinar S.A cuenta con un patrimonio de $1.761.178.955 COP y generó un rango de ventas ‘Entre 5.000.000.000 COP y 10.000.000.000 COP’ en el año 2020. Sus combos, que incluyen pincho, chorizo y arepa con opciones como ‘chopinar de res’, ‘chopinar de pollo’ y el clásico ‘chopinar de cerdo’, han contribuido al éxito continuo de la marca.
Chopinar no solo ha ganado el corazón de los colombianos con sus sabrosos platillos, sino que también ha transformado un modesto carrito de arepas en un restaurante icónico de Bogotá, dejando un legado culinario que perdura en el tiempo.
